Una persona realmente feliz encuentra su satisfacción interior compartiendo con otras todo lo que aprecia de sí misma; esto es lo que se llama amor. El amor es la característica fundamental de un ser humano. Es la fuerza vital que hace que el corazón lata, las células prosperen y el espíritu se eleve. Éste es el sentido de vivir una vida espiritual, una vida llena de espíritu y significado. Sin embargo, a veces el amor se ve ensombrecido o no llega a manifestarse. produciendo una tristeza y frustración dentro del corazón.
Eliminar terapéuticamente cualquiera de los síntomas provocados por una infinita tristeza no hará nada por satisfacer el ansia de felicidad del paciente. Semejante enfoque es inútil porque ignora el hecho de que los sentimientos humanos son más potentes que cualquier medicamento. Si la infelicidad prevalece en la vida de una persona, ninguna dosis de vitamina C o E impedirá que los radicales libres destruyan el organismo.
El hecho de que esta infelicidad y la insatisfacción laboral sean las principales causas de las enfermedades coronarias apenas se reconoce abiertamente porque no parece existir ninguna fórmula mágica subsanarlas. La industria farmacéutica no dispone de medicamentos que puedan hacer felices a las personas; todo lo que tiene que ofrecer son fármacos que tratan los síntomas físicos de la enfermedad.
Si uno está preocupado por una enfermedad coronaria quizás deba hacerse algunas de estas preguntas: ¿Llevo un estilo de vida nocivo para mi salud, y si es así, por qué lo hago? ¿Siento que nadie me aprecia o quiere realmente? ¿Tengo miedo a que mi pareja me rechace? ¿Me considero una víctima? ¿Me siento frustrado porque no puedo alcanzar la vida que siempre he soñado? Y sobre todo: ¿tengo miedo a amar por miedo a sufrir?
Amar a otros que no saben cómo amarse a sí mismos sana el corazón. Ayudar a quienes piden ayuda abre y relaja nuestro corazón. Esto previene la enfermedad coronaria. Siempre encontraremos a alguien que necesite nuestra ayuda. Cuando una persona consigue cambiar la vida de otra persona, automáticamente también se siente amada.
Fuente: Andreas Moritz, Los secretos eternos de la salud. Ediciones Obelisco
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